La crisis sanitaria no viene sola. Trae consigo una gran cantidad de problemas a los que deberemos enfrentarnos en el corto y mediano plazos, uno de ellos ya asoma a la vida cotidiana, un gran desempleo que anuncia lo que será la nueva realidad.
El Seguro Social nos dio cuenta de que se han perdido más de 750 mil empleos entre marzo y abril, justo a la mitad de la pandemia que nos dibuja la posibilidad de que el problema siga creciendo a lo largo del año y pueda sumar al final, según analistas del Bank of America, hasta 1.2 millones de fuentes de trabajo perdidas, aunque analistas de BBVA hablan de 1.5 millones.
El escenario que sea, el problema es más que preocupante, porque si bien estamos hablando exclusivamente de fuente de trabajo formales, aquellas por las que se pagan impuestos e inscriben ante el Seguro Social a los trabajadores para que tengan acceso al servicio médico, falta aún una parte muy importante, el empleo informal que sin duda es el grupo más grande.
En cualquier caso, los número, fríos como son, sí nos dan una idea clara de lo que está pasando. Hemos perdido el equivalente a todos los empleos que se generaron en 2019 y más, de manera que la cancelación de plazas es casi igual a lo abierto dos años.
El problema no parará debido a que con todo y los anuncios de que se crearán dos millones de empleos en lo que resta del año, no hay hasta el momento ningún indicio de que esto pueda se real, salvo el hecho de que la inversión extranjera en México no ha perdido su paso y en el primer trimestre sumaron 10,334 millones de dólares.
Fuera de eso, no hay ningún indicador alentador en materia de empleo, al contrario, los pronósticos del desempleo indican que recuperarnos de esta crisis implicaría dos años, al menos, de crecimiento y sólo regresaríamos al punto de inicio de este año, aunque es posible frenar la caída de las fuentes de trabajo.
Eso requiere de algo que el Gobierno Mexicano no está dispuesto a realizar, que es invertir en fortalecer a la planta laboral y evitar su caída, porque se necesita tanto como el equivalente a 3.5 puntos del Producto Interno Bruto, que hoy por hoy es el indicador válido y certero del desarrollo de un país, a pesar de que el presidente López Obrador está planteando desaparecerlo.
Y el problema entonces se convierte es un daño grave a nuestro país, porque al no existir elementos de defensa del empleo, caemos en la espiral de lo que se conoce como el desempleo estructural, que es el daño profundo a la empresa y de eso informó el IMSS cuando reportó que de la mano de la pérdida en abril de más de medio millón de trabajos, viene la desaparición de mil 62 empresas de las que nadie sabe si habrá posibilidades de que regresen, aunque se estima que ahora suman 6,600 desaparecidas.
Todo este panorama pinta un futuro incierto para los trabajadores, a grado tal que 90 millones de mexicanos, según encuestas realizadas por la Universidad Iberoamericana, temen graves afectaciones económicas como secuela del coronavirus y 37.7% de los hogares reportan que al menos uno de sus miembros perdió el empleo.
Y la muestra de la gravedad de la crisis es lo que ya sucede con las Afores. La Consar reporta incrementos impresionantes en el retiro de los ahorros por desempleo y en abril fueron 1,591 millones de pesos, 95.4 por ciento más de lo que se retiró en el mismo mes de 2019.
El acumulado en los retiros este año es de 5,128 millones de pesos, 50.3% más que en 2019 y mayo será peor, estima la Consar.
En resumen, no hay un panorama favorable en México y lejos de apoyar, el Gobierno Federal cancela proyectos de inversión y frena programas como el canadiense en energía limpia que equivale 450 millones de dólares, mientras que por otra puerta se fugan 1.89 billones de pesos de gente que ya no confía en el país.
Y quienes nos quedamos no vemos condiciones favorables. Generar empleos en este país no es cuestión de magia, es orden, disciplina y condiciones favorables, la certeza jurídica de que un volado no decida un proyecto y la seguridad de que se puede vivir en paz. Y nada de eso hay.